Como nuestros lectores ya conocen, Microsoft ha lanzado recientemente su nuevo sistema operativo denominado Windows 8. En principio todo parecían buenas noticias, porque se trataba de una vuelta de tuerca del gigante informático a los ya conocidos sistemas operativos tradicionales, pero la realidad es que este cambio no ha sido acogido con tanta alegría como se esperaba.
Lo cierto es que los primeros días, este nuevo sistema operativo se estaba vendiendo como si de churros se tratase, llegando incluso a superar las ventas en el mismo plazo de tiempo que su antecesor, el Windows 7. No obstante, a los pocos días, estas ventas se vieron estancadas.
Hay muchas razones por las que haya podido ocurrir esto. En primer lugar se entiende que debido a los grandes cambios realizados, muchos clientes se lanzasen desde el primer momento a adquirir esta nueva versión, pero la realidad es que ya estamos acostumbrados a que los nuevos sistemas operativos de Microsoft cuenten con destacados bugs que hasta que no transcurre un cierto tiempo no son solucionados, por lo que el cliente final es más conservador a la hora de comprarlo.
Sin embargo, es difícil comparar las ventas con Windows 7 por una sencilla razón: Windows 7 venía a relevar el desastroso Windows Vista, por lo que los usuarios de este segundo estaban como locos para conseguir esta nueva versión. Sin embargo, la calidad y estabilidad de Windows 7 ha hecho que pocos quieran aventurarse en adquirir un nuevo sistema operativo.